miércoles, 14 de octubre de 2015

Una auténtica educación protectora

Se dice que los niños llegan con un pan debajo del brazo. En estos tiempos no siempre es así, pero lo que está claro es que no vienen con un Manual de Instrucciones para saber educarlos. La mayor parte de los padres intentan hacerlo lo mejor posible, pero es una tarea muy complicada que exige una gran responsabilidad.

Un aspecto importante es fomentar en ellos la independencia y la curiosidad. Desde el principio se traza un plan determinado con horarios de sueño, alimentación y juegos. Más tarde, se les ofrecen juguetes educativos adecuados a su edad. Sin embargo, cuando alcanzan la adolescencia, muchos padres se lamentan de ver que sus hijos son pasivos, carentes de ideas y de motivación. Manifiestan dificultades para planificar y organizar actividades por su cuenta. Ambas capacidades son fundamentales en el aspecto educativo a la hora de estudiar para exámenes o presentar trabajos. Da la impresión que los niños y los jóvenes esperan a que sean los demás quienes tomen la iniciativa por ellos. A veces les falta “chispa”.

¿Qué se puede hacer? Una buena respuesta sería la de ofrecer una educación protectora desde los primeros momentos de la vida manteniendo una independencia apropiada en cada etapa y transmitiendo otros valores como la solidaridad o el diálogo.

Hay que crear un vínculo seguro con al menos una persona de referencia desde los primeros meses. Generalmente suelen ser los padres. Ese primer vínculo emocional determinará en gran medida sus futuras relaciones con los demás.  Además, será el punto de partida para descubrir su entorno por propia iniciativa en un contexto seguro. Hacia los nueve meses, el bebé es el que da el primer paso mostrando objetos o señalándolos para llamar la atención del adulto. Por medio de esa atención compartida refuerza ese vínculo al tiempo que reclama una respuesta por parte de la persona de referencia. Ese contacto emocional resulta fundamental para el aprendizaje. Se ha comprobado como los niños aprenden más rápido una palabra si además la persona con la que ha establecido el vínculo se la dice con entusiasmo o le muestra el objeto.

Desgraciadamente, muchos padres “dejan” la educación de sus hijos a la televisión. Se ha observado que estos niños presentan un retraso importante en el lenguaje algo que se traducirá probablemente en dificultades académicas. Como se indicó anteriormente, sin dedicación emocional no se aprende. Dejar a un niño viendo dibujos animados en Inglés no va a garantizar que aprenda esta lengua si no interactúa en ese idioma. No olvidemos que el lenguaje implica comunicación.


Por otro lado, los métodos educativos dejan poco espacio a la exploración y al fomento de la curiosidad o la independencia. La mejor forma de contrarrestar estas carencias es la educación protectora y segura sin caer en la sobreprotección.