Se
dice que los niños llegan con un pan debajo del brazo. En estos tiempos no
siempre es así, pero lo que está claro es que no vienen con un Manual de
Instrucciones para saber educarlos. La mayor parte de los padres intentan
hacerlo lo mejor posible, pero es una tarea muy complicada que exige una gran
responsabilidad.
Un
aspecto importante es fomentar en ellos la independencia y la curiosidad. Desde
el principio se traza un plan determinado con horarios de sueño, alimentación y
juegos. Más tarde, se les ofrecen juguetes educativos adecuados a su edad. Sin
embargo, cuando alcanzan la adolescencia, muchos padres se lamentan de ver que
sus hijos son pasivos, carentes de ideas y de motivación. Manifiestan
dificultades para planificar y organizar actividades por su cuenta. Ambas
capacidades son fundamentales en el aspecto educativo a la hora de estudiar
para exámenes o presentar trabajos. Da la impresión que los niños y los jóvenes
esperan a que sean los demás quienes tomen la iniciativa por ellos. A veces les
falta “chispa”.
¿Qué
se puede hacer? Una buena respuesta sería la de ofrecer una educación
protectora desde los primeros momentos de la vida manteniendo una independencia
apropiada en cada etapa y transmitiendo otros valores como la solidaridad o el
diálogo.
Hay
que crear un vínculo seguro con al menos una persona de referencia desde los
primeros meses. Generalmente suelen ser los padres. Ese primer vínculo
emocional determinará en gran medida sus futuras relaciones con los demás. Además, será el punto de partida para
descubrir su entorno por propia iniciativa en un contexto seguro. Hacia los
nueve meses, el bebé es el que da el primer paso mostrando objetos o
señalándolos para llamar la atención del adulto. Por medio de esa atención
compartida refuerza ese vínculo al tiempo que reclama una respuesta por parte
de la persona de referencia. Ese contacto emocional resulta fundamental para el
aprendizaje. Se ha comprobado como los niños aprenden más rápido una palabra si
además la persona con la que ha establecido el vínculo se la dice con
entusiasmo o le muestra el objeto.
Desgraciadamente,
muchos padres “dejan” la educación de sus hijos a la televisión. Se ha
observado que estos niños presentan un retraso importante en el lenguaje algo
que se traducirá probablemente en dificultades académicas. Como se indicó
anteriormente, sin dedicación emocional no se aprende. Dejar a un niño viendo
dibujos animados en Inglés no va a garantizar que aprenda esta lengua si no
interactúa en ese idioma. No olvidemos que el lenguaje implica comunicación.
Por
otro lado, los métodos educativos dejan poco espacio a la exploración y al
fomento de la curiosidad o la independencia. La mejor forma de contrarrestar
estas carencias es la educación protectora y segura sin caer en la
sobreprotección.