
Empecemos
por el principio. ¿Qué habilidades numéricas muestran los recién nacidos? Se ha
observado que su atención aumenta cuando tras la habituación a tres elementos,
les son presentados dos, especialmente, si el cambio se muestra con diferencias
entre el brillo o el tamaño. No obstante, no se observan modificaciones en la
respuesta al pasar de tres objetos a cuatro. Esta capacidad también se ha
observado en primates. Un simio es capaz de seleccionar la caja cuya tapa tiene
dos agujeros que contiene un pastel frente a la que tiene uno que estará vacía.
En esa línea puede discriminar que seis es mayor que cuatro. Desde el punto de
vista antropológico se han analizado grupos étnicos amazónicos cuyo lenguaje no
dispone de numerales más allá de dos o tres. Se concluye que compartimos
capacidades con otras especies que no están basadas en representaciones
abstractas. Esto fundamentará el desarrollo matemático posterior. Tampoco se
debe olvidar que los aprendizajes se producen en un entorno cultural concreto. Hasta
los tres años, el rendimiento de los niños norteamericanos es similar a la de
los chinos, sin embargo, a partir de los cuatro o cinco años, la balanza se
inclina a favor de los orientales. Parece ser que aquí entran en juego los
sistemas verbales de numeración. Tanto chinos como coreanos utilizan el sistema
de base diez, es decir, dirían diez-ocho (18) o cuatro-diez-tres (43). Pensemos
en los franceses que complican más la cadena verbal con soixante-dix (60-10) o quatre-vingts-dix
(4-20-10). Esta forma retrasa el aprendizaje y se convierte en una fuente de
errores sin contar la influencia que tiene en la manipulación mental de
cantidades. No hay que olvidar que cuanto más rápida es la verbalización de los
números es más fácil de retener en la memoria temporal sin que se limiten los
recursos de atención disponibles como sucede en los occidentales.
Tradicionalmente,
en Oriente se ha dado una mayor importancia a la aritmética, es decir, a
“contar bien” y hacer operaciones.
No
podemos cambiar nuestra estructura lingüística, pero sí está en nuestra mano
potenciar la práctica de la aritmética desde el entorno familiar así como en
la promoción de políticas educativas
favorables al aprendizaje numérico.
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