miércoles, 22 de abril de 2015

Efemérides

“Lee y conducirás. No leas y  serás conducido”

Estas palabras fueron escritas por Santa Teresa de Jesús cuyo quinto centenario se celebra este año programándose eventos de diversa índole para recordar la figura de una mujer con una salud débil pero con un  espíritu fuerte. En una época en la que la mayor parte de la población era analfabeta, en especial las mujeres, ella fue una lectora incansable desde su más tierna infancia. Además procuró que el resto de monjas también tuviera acceso a la lectura. En su infancia, leía biografías,  clásicos y  libros de caballería que tal vez despertaran en ella ese instinto aventurero que la llevó a fundar 17 conventos en 20 años.

Actualmente, al menos, los afortunados que vivimos en el llamado Primer Mundo, tenemos acceso a los libros, incluso de forma gratuita, disponiendo del carnet de bibliotecas o en Internet. No obstante, hay que seguir fomentando el gusto por la lectura comenzando desde la infancia sin convertirla en una obligación. Debería ser un hábito diario para todos. Muchos padres exigen a sus hijos lean cuando ellos no lo hacen con regularidad.  Se debe predicar con el ejemplo. Por supuesto, la lectura debe ser adecuada a cada edad y por supuesto, también tener en cuenta el gusto del lector.

Un alumno que lee con regularidad tendrá mejor ortografía, un vocabulario más amplio que le permitirá expresarse con orden y claridad en sus trabajos y exámenes sin contar los conocimientos añadidos sobre temas de su interés.  Todo ello facilitará un mejor rendimiento escolar. Si se detectara un problema de retraso en la lectura debería tratarse lo antes posible de forma que se solvente antes de enfrentarse a contenidos académicos más exigentes. También hay estudios que corroboran que tocar un instrumento musical favorece la lectura.

Hoy 23 de abril se conmemora el Día del Libro. La mejor forma de celebrarlo será abriendo la primera página de ese libro que lleva tiempo esperándonos con paciencia y hacer caso a Santa Teresa:

"Leer, leer y leer: como el comer para el cuerpo”

miércoles, 8 de abril de 2015

“No quiero ir a clase”

Eran otros tiempos y el maestro riñe a un alumno delante de sus compañeros. “¡Burro!” – le llama. Tomás sale corriendo y cuando llega a casa, le dice a su madre que no volverá a clase. Efectivamente, lo cumplió porque nunca más pisó un aula. Este hecho ocurrió a mediados del siglo XIX y fue protagonizado por Thomas Alva Edison; el hombre que patentó más de mil inventos. Cuando se profundiza en su biografía no sale muy bien parado, dicho sea de paso. Hoy en día, es más difícil que los padres sean tan “comprensivos” como los del inventor norteamericano.

Debemos distinguir entre el miedo a ir a la escuela, en la que es el colegio en sí o la fobia en la que la escuela viene a tener un papel más secundario. Hay niños que pueden sufrir ansiedad por la separación de sus figuras de apego, generalmente los padres, tener problemas de aprendizaje, de conducta o concentración. Generalmente, suelen darse formas mixtas. Los que tienen fobia a ir a la escuela aceptan hacer deberes en casa o preparar trabajos. Sin embargo, empiezan a encontrarse mal camino del centro escolar presentando dolor de cabeza, desórdenes estomacales y otros problemas psicosomáticos que desaparecen cuando regresan con sus padres. Estos niños pueden sufrir pesadillas, ser más tímidos o introvertidos con sus compañeros, mientras que en casa, a veces pueden mostrarse agresivos.


La sobreprotección durante los primeros momentos de la vida, puede ser otra causa del rechazo a ir a la escuela sin contar otros problemas familiares tales como el divorcio de los padres o el hecho de asumir ciertas responsabilidades a edad temprana.

Resulta importante acudir a un especialista para dar solución a esta situación lo antes posible. El tema debe ser tratado con tranquilidad por los padres cuando dialogan con sus hijos. En algunos casos excepcionales, puede ser necesario recurrir a tratamiento farmacológico si aparece la depresión.

El miedo a ir a la escuela puede estar originado por el temor al fracaso o por un exceso de exigencia por parte de los adultos. Suele tener lugar al inicio de la enseñanza secundaria. Muchos niños con un nivel de inteligencia, incluso superior a la media, pueden tener miedo  debido a la ausencia de elogios, desinterés…

Se recomienda que los niños vayan a clase acompañados de amigos o con otras personas, no necesariamente sus padres. Si por las mañanas dice que se encuentra mal, debe ser atendido sin ser cuestionado y promover la confianza con algún profesor al que se pueda dirigir. En caso de no acudir al colegio, es mejor que permanezca en cama y no realizando actividades que le resulten agradables como jugar o ver la televisión. No hay que olvidar animarle por su esfuerzo cuando, a pesar de haber llorado o quejado por la mañana, haya acudido a clase.


No sólo el papel de los padres o del terapeuta es fundamental, sino el de los profesores. Sin embargo, también a veces, los docentes se encuentran agotados, “quemados” sin ganas de ir al “cole”… pero ésta es otra cuestión.