Imaginemos por un momento que nos
vamos a un aula de finales del siglo XVIII.
El profesor Büttner intenta explicar algo en clase de Aritmética. Los
alumnos no prestan atención y están hablando. ¿Fácil verdad? Agotada su
paciencia, decide poner un ejercicio extra a modo de castigo: “Sumad de forma
consecutiva los números del 1 al 100.”
Mientras algunos se disponen a realizar las operaciones, un alumno muestra su pizarrín con la respuesta:
5050. ¿Cómo es posible? El niño explica
que si se suma 1+100= 101, 99+2=101 y así sucesivamente resultan 50 parejas. La
operación se reduce a multiplicar: 101x50= 5050
Quien dejó boquiabierto a este profesor fue Carl Friedrich Gauss, que
posteriormente, fue considerado el Príncipe
de las Matemáticas. Le debemos su
famosa campana tan utilizada en
estadística, entre otras aportaciones. Son muchos los ejemplos que podríamos
citar de jóvenes talentos, de los que hablaremos en otra ocasión, pero ahora
nos vamos a centrar en qué nos responde la ciencia acerca de lo que hay detrás
de esas altas capacidades.
Los neurólogos utilizan diferentes
técnicas tales como la Electroencefalografía (EEG), la Tomografía por Resonancia
Magnética o de espín nuclear o la Tomografía por Resonancia Magnética funcional
(TRM). Parece que los superdotados extraen con más facilidad los datos
relevantes del problema para la solución. Su mente se adapta y trabaja de forma
flexible aprovechando al máximo la
limitada capacidad de la memoria operativa tardando menos tiempo y con
menos esfuerzo que los individuos normales. La investigación apunta a que en
períodos de descanso, en cambio, el cerebro del sujeto con altas capacidades,
realiza un mayor trabajo que el del
grupo de sujetos del grupo control. En tareas complejas, tanto los lóbulos
frontales y temporales trabajan de forma conjunta así como ambos hemisferios.
Esto ocurre con mayor intensidad en los superdotados.
No siempre es una ventaja ser
superdotado, ya que estos sujetos también requieren una atención especial para
satisfacer sus necesidades educativas y
emocionales a lo largo de su desarrollo. No olvidemos que es la escuela la que
debe adaptarse al alumno para que consiga el mejor rendimiento académico.
Tengamos presente que una inteligencia normal basta para obtener resultados
académicos brillantes gracias a la motivación, al esfuerzo, el trabajo y la
constancia.
Interesante
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