martes, 26 de mayo de 2015

El lado más triste de la violencia

Esta semana conocimos la noticia del suicidio de una joven de 16 años que sufría acoso escolar en un instituto de Madrid. Desgraciadamente, no es el primer caso que termina con este desgraciado final. Es el momento en el que se trata de buscar culpables. Sin embargo, lo importante es preguntarnos cómo se llega a producir el acoso y qué podemos hacer tanto las familias, las instituciones educativas, los medios de comunicación y la sociedad en general, para evitar estos lamentables sucesos.

La violencia se produce entre los alumnos, pero también entre alumnos y profesores y éstos últimos también pueden sufrir ataques por parte de los padres tanto física como psicológicamente.

¿Qué pasa por la mente del acosador? En general, no padecen una patología mental grave diagnosticada, pero sí una gran falta de empatía, llegando incluso a “culpar” a sus víctimas del acoso al que la someten por “provocarles”. Es lo que se ha denominado en psicología tener el locus de control externo, es decir la atribución de la propia responsabilidad a otras personas o causas. El típico ejemplo sería el del alumno que no aprueba un examen y lo justifica diciendo que  “el profesor le tiene manía” o porque “le han preguntado un tema que no habían explicado” o que “no entraba en la prueba”… La falta de empatía puede tener un correlato neurológico por presentar una amígdala hiperactiva entre otras causas, pero no es definitivo. Veamos otros factores.

Otra cuestión que merece analizar es el hogar. Detrás de un alumno problemático puede haber un padre autoritario, poco afectuoso que impone sus normas. Por otro lado, esta generación de padres permisivos que complacen en todo a los hijos les acaban convirtiendo en niños egoístas, autoritarios que creen  merecerlo todo y necesitan obtener una gratificación inmediata. Carecen de la cultura del esfuerzo y presentan una baja tolerancia a la frustración. Los agresores tienen además una gran facilidad para manipular tanto a los padres como a los maestros. Lo ideal es abogar por una educación democrática en el que se enseñen con cariño las normas y valores de convivencia en el respeto a todos sin dejar de fijar los límites.

En el centro escolar, los profesores no suelen tener los conocimientos suficientes para manejar con soltura situaciones conflictivas, por lo que necesitarían más formación en este aspecto y contar con profesionales de apoyo especializados en este tema. La palabra autoridad procede del latín augere que significa ayudar a crecer. Ésa es precisamente la tarea que tienen por delante tanto los padres como los profesores.

Los medios de comunicación también deberían poner su granito de arena, puesto que los modelos que presentan como triunfadores no siempre corresponden a personas que puedan ser consideradas buenos ejemplos para la sociedad.


Lo principal es prevenir el conflicto, pero si llega a producirse es importante trabajar con las familias, los centros escolares y prestar la atención psicológica necesaria tanto a la víctima que puede sufrir depresión, soledad y también al agresor para ayudarle a modificar su conducta. Es un trabajo complicado, pero merece la pena intentarlo por el bien de todos.

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