Recientemente
nos hacíamos eco en estas páginas de la triste desaparición de una joven en un
instituto de Madrid que venía sufriendo episodios de acoso escolar. En esta
ocasión analizaremos una nueva forma de maltrato en la que se utilizan los
dispositivos móviles, internet o las redes sociales: el Ciberbullying. Evitar que estos episodios puedan repetirse requiere
un trabajo de toda la comunidad educativa, las familias y los medios de
comunicación.
Está
claro que entran en juego procesos de desarrollo moral que deben ser revisados
en el aula para evitar que un sujeto se convierta en ciberagresor socavando la
dignidad de la víctima. Es fundamental convertir a los alumnos en protagonistas
de la prevención para que aprendan a gestionar aspectos emocionales, conductuales
y también cognitivos en lo que juicios morales se refiere.
El
mundo virtual, en cierta forma, facilita el acoso debido a que no existen límites
para llevarlo a cabo. Se puede hacer desde el anonimato y así se evita
cualquier sentimiento de culpa o empatía hacia la victima, ya que no se
observan directamente las consecuencias. Se la llega a ver como un objeto con
el que puede hacer lo que quiera y permite llegar a una audiencia más amplia… En
muchas ocasiones, los ciberagresores pueden disimular mejor su conducta que el
agresor presencial. Es más complicada la detección de estas conductas por los
adultos. El agresor manifiesta una posición de poder sobre el agredido quien
alcanza un punto máximo de vulnerabilidad, ansiedad e indefensión aprendida ya que le es más difícil defenderse de los
ataques, puesto que no sabe cuándo pueden producirse. Generalmente, suele
tratarse de alguna persona cercana a su entorno.
Es
fundamental trabajar el acoso escolar tanto en su forma presencial como a
través de las redes o Internet. Se puede recurrir a Hermanos Mayores o Cibermentores
para educar en medidas de autoprotección y conocimiento del alcance de las
redes debido, por ejemplo, a los peligros acerca de colgar ciertas imágenes o dar información personal
comprometedora, entre otros. Sería deseable que los padres supieran qué hacen
sus hijos delante de la pantalla y que hubiese la máxima comunicación y
confianza entre ellos para dar la señal de alarma ante cualquier problema. También hay que estrechar los lazos entre las
familias y el profesorado para llevar a cabo este proyecto común. El curriculum
debe incluir un análisis de los contenidos virtuales en función de criterios
morales relacionados con la empatía, la
concordia, el altruismo, la justicia, la reciprocidad, la cooperación, el respeto
a los derechos de los demás, entre otros valores deseables relacionados con la
convivencia. No se debe olvidar la realización de un protocolo donde se recojan
también las medidas disciplinarias en caso que se produzca algún incidente y
también la forma de reparación del daño.
Recordemos
que no sólo la comunidad educativa se enfrenta a este problema, sino que
cualquier persona puede ser víctima de esta nueva modalidad de acoso. Sin
embargo, si la educación y la prevención se lleva a cabo desde las aulas,
también el resto de la sociedad saldrá
ganando a corto plazo
No hay comentarios:
Publicar un comentario