Procesos
como la lectura, la escritura y el cálculo son la base de la formación
educativa y resulta indiscutible el papel de la percepción sensorial en estos
aprendizajes. Si existen problemas más graves de visión o audición, es necesario
recurrir a ciertas adaptaciones para adquirir estas destrezas. Pero, ¿qué
ocurre con sujetos que presentan dislexia o discalculia? En estos casos, no
existen alteraciones significativas en los órganos sensoriales y el desarrollo
del niño es normal llegando a presentar un cociente intelectual por encima de
la media.
Recordemos
que el proceso de lectura requiere por parte de nuestros ojos la realización de
unos movimientos llamados “sacádicos” que consisten en una especie de “saltos”
o “sacudidas” dirigidos por el cerebro para realizar un “escaneo” ordenado de
las palabras. Parece ser que los niños con retraso lector muestran mayores
dificultades a la hora de controlar la atención de la mirada. De hecho, en
estudios con jóvenes disléxicos de 20 años se ha observado un índice mayor de
errores en pruebas en el laboratorio. Por este motivo, en la reeducación se
trabaja con ejercicios en los que se tiene que fijar la vista en un punto
mientras se intenta aumentar la amplitud visual sobre el renglón. Con un
entrenamiento regular, el cerebro “aprende” a ejercer un mayor control
disminuyendo los fallos en la lectura. Otra forma de adiestramiento que ha
resultado eficaz es la de seguir con los ojos un símbolo que aparece en la
pantalla cambiando de posición y aumentando la velocidad. Los resultados
apuntan a que un dominio insuficiente de la mirada incide de forma negativa
tanto en la lectura como en la escritura.
Otro
aspecto muy analizado en la dislexia es el de la conciencia fonológica,
es decir, la habilidad para diferenciar sonidos o sílabas parecidas en el
lenguaje oral (como ba y pa). De hecho, resulta conveniente trabajar con los
alumnos estos aspectos para mejorar su rendimiento en la lectura. La
diferenciación de tonos o el reconocimiento de pausas sonoras resultan más
complejas para niños con retraso lector. Nuevamente, los estudios muestran que
el cerebro es capaz de mejorar estas capacidades con el adiestramiento adecuado,
incluso en la edad adulta.
En
la discalculia, es decir cuando aparecen dificultades para asimilar conceptos
matemáticos y avanzar en el cálculo, tienen una gran implicación los procesos
sensoriales. Para desarrollar el concepto de número y saber que una cifra
refleja una cantidad concreta es necesaria la
captación simultánea de cantidades. Se refiere a ser capaces de reconocer
el número de objetos sin contar. Resulta curioso, pero algunos animales, en
particular los cuervos, llegan a diferenciar hasta cinco elementos. Regresando
al laboratorio, los sujetos con dificultades en el cálculo necesitan más tiempo
y cometen más errores en esta tarea. No obstante, se ha visto como con el
entrenamiento regular adecuado durante unas semanas, se observa una mejoría en
la realización de esta prueba y, por consiguiente, en el rendimiento
matemático.
Con
esfuerzo y el entrenamiento adecuado podemos superar las dificultades y nuestro
propio cerebro puede convertirse en un gran aliado.
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